Lejos de ser un drama psicologista, es un retrato de lo absurda que resulta la realidad familiar vista en la intimidad, sin velos sociales que frecuentemente institucionalizan las formas de las familias, las personas. La B. Justo, familia de mujeres si las hay, vive plagada de palabras, sonidos y significados jeroglíficos que no les interesa resolver, sólo bucear, sólo jugar. Goza de las particularidades que despliega cada humanidad y sus lazos afectivos, lo que da la trama de la Obra. Sin mar, un esplendor de lo invisible, en tierra seca, en un Barrio, en una casa más de Buenos Aires.

Brinda una oportunidad al reencuentro con el profundo valor de la familia - valor ahora nublado, confuso- expresándose en la blandura, la alegría, la duda, los accidentes cotidianos, los caminos que momento a momento cada persona elige. Despertando aún así sonrisas confusas.

Por alguna razón, ellas deciden vivir en paz, o eso intentarán mediante una hora. La madre desenhebra el cómo y juntas, aunque inconscientes, emprenden otro camino, distinto al regular que venían llevando, en busca de la única maravilla de la vida: la libertad individual en un mundo que nos exige iguales ante lo que le conviene, salvados por un valor que lamentablemente mengúa en la sociedad de hoy: el simple y llano amor.

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Esplendor en La Castorera

Fotos del ensayo general